El Hombre que Hablaba con los Ladrillos
¿Qué opinarías, ladrillo, si te cubriéramos con cemento?
Nadie podía imaginar que aquel cuerpo sin vida, encontrado en los lavabos de la Penn Station de New York, era el de uno de los arquitectos más influyentes de su época. Posiblemente ése era el epílogo apropiado a una vida visionaria y llena de excentricidades, aunque aún tenía guardadas algunas sorpresas.
Louis Kahn (1901 – 1974) fue una de esas pocas personas que surgen para cambiar las cosas. Nacido en Estonia, en el seno de una humilde familia judía que cuando él tenía cuatro años emigró a Estados Unidos, instalándose en Filadelfia, consiguió estudiar y trabajar como delineante, consiguiendo su título en la Escuela de Bellas Artes en 1924.
En 1929, acabada la Gran Depresión, forma un grupo de 30 arquitectos e ingenieros que, como él, se habían quedado en paro, con los que estudiará nuevos sistemas y proyectos urbanísticos residenciales para intentar acabar con el chabolismo que se extendía por todo el país. Precisamente sus obras residenciales de viviendas económicas, realizadas en 1941, fueron las que le sirvieron para meterse de lleno en el panorama arquitectónico de su momento.
Para Kahn, la Filadelfia de la década de los 50 fue como un inmenso laboratorio urbanístico, imaginándose una ciudad radicalmente distinta, llena de bulevares peatonales, centralizando en gran medida la circulación de vehículos, y con estructuras geométricas con avanzada tecnología. Prueba de su visión es el proyecto de la City Hall Tower, una doble hélice en espiral basada en la secuencia del ADN; fue algo muy adelantado para la época y nunca se construyó, pero inspiraría las estructuras de torres en racimo que vinieron después.
Llegó a definir sus obras como ruinas al revés, y estaba obsesionado con el concepto monolítico y de eternidad de construcciones clásicas, defendiendo la simplicidad de los materiales tradicionales como el ladrillo. En la actualidad, Louis Kahn es famoso sobre todo por una serie de enormes complejos institucionales ubicados en lugares en extremo cálidos: los laboratorios del Instituto Salk en California, el Instituto de Administración de Ahmedabad, en India, y la fortaleza de hormigón de la Asamblea Nacional de Dhaka, en Bangladesh.
Pero un personaje de su talla deja huella de su paso por algo más que sus obras, y ha pasado a la posteridad también por sus conceptos sobre la arquitectura y sus clases magistrales en las universidades de Massachusets, Cambridge y Pennsilvania, donde simulaba hablar con los ladrillos.
Le pregunto al ladrillo: ¿Qué quieres ser? Y el ladrillo me contesta: Yo, arquitectura.