El Románico del Ladrillo
En un país tan variado como el nuestro, y con una historia con pobladores tan distintos, el mestizaje es un hecho, por más que algunos quieran defender lo contrario, que nos ha enriquecido. Y precisamente del mestizaje, de la mezcla, nace el estilo mudéjar, un fenómeno exclusivamente hispánico fruto de la convivencia con musulmanes en la España medieval de los siglos XII al XVI, y de la cambiante frontera a medida que los reyes cristianos iban reconquistando el territorio ganado anteriormente por los musulmanes.
Podemos considerar el arte mudéjar como una mezcla de los estilos artísticos cristianos románicos y góticos, y los musulmanes de la época, y fue practicado no solo por los mudéjares, sino también por moriscos y cristianos que aprendieron hábilmente sus técnicas para incorporarlas a sus construcciones. En el mudéjar se da protagonismo a estructuras y materiales más “modestos”, como el ladrillo, el yeso y la madera, consiguiéndose resultados espectaculares gracias a imaginativos trabajos ornamentales como el ajedrezado, las redes de rombos o las cruces cristianas.
El ladrillo se utiliza no solo con la función puramente constructiva, sino que alcanza un claro protagonismo al proporcionarle destino decorativo, obligando a modificar las proporciones de algunas estructuras para que sean más recias y no tan altas. La figura del albañil cobra gran importancia en el mudéjar, en oposición al cantero, y utilizando materiales como ladrillo, yeso, escayola y madera, demuestra que puede construir grandes fortalezas, iglesias, sinagogas o palacios con más rapidez y economía que con la laboriosa piedra.
El mudéjar llega a tener varios focos claramente diferenciados, fruto de la frontera en continuo movimiento y de las corrientes europeas que van penetrando en España y que lo van condicionando. Uno de los focos importantes es Andalucía, concretamente Sevilla, donde podemos destacar el Alcázar de Sevilla, encargado por Pedro I para ampliar el antiguo alcázar, en el que se alberga el hermoso Patio de las Doncellas y la Cúpula del Salón de Embajadores.
Otro edificio destacado de Sevilla es la Casa de Pilatos, palacio encargado por Pedro Enríquez de Quiñones, mezcla a su vez de los estilos renacentista italiano y mudéjar sevillano.